El útero está formado por dos partes, el miometrio, que es el músculo uterino, y el endometrio, que es la capa interna. El endometrio está compuesto por tres capas, de las cuales, la más superficial es la que se descama todos los meses dando lugar a la regla. En esta capa es donde se implantan los embriones para dar lugar al embarazo.
En algunas ocasiones, la capa glandular del endometrio tiene un crecimiento anormal, generando lo que llamamos pólipos endometriales. La mayoría de las veces, estos pólipos son asintomáticos y son benignos. En los casos sintomáticos, el sangrado uterino irregular suele ser lo más característico. La mejor manera de prevenirlos es realizar revisiones ginecológicas anuales, para poder diagnosticarlos a tiempo.
Es posible que los pólipos se asocien a infertilidad o abortos de repetición. El problema es que pueden dificultar la implantación embrionaria ya sea por su tamaño, por su ubicación, o porque provoque pequeñas contracciones uterinas, que para la mujer son imperceptibles, pero al embrión le impiden su implantación.
El nivel de estrógenos juega un papel importante en la formación de estos pólipos. Algunos factores como la obesidad, hipertensión, edad avanzada o haber realizado terapia hormonal con estrógenos sin compensar con progesterona, son algunas de las causas de la aparición de estos pólipos. Los pólipos suelen diagnosticarse mediante ecografía, suelen verse mejor antes de la ovulación, en la fase de estimulación ovárica para un ciclo de Fecundación in Vitro (FIV) o durante la preparación endometrial con estrógenos. Estos pólipos se eliminan con un procedimiento que se llama histeroscopia quirúrgica, que es un proceso sencillo y de carácter ambulatorio.
Una vez que se extirpa el pólipo en la histeroscopia, debemos esperar una o dos reglas para preparar a la mujer para la transferencia embrionaria. Esto dependerá de la situación clínica de la mujer y será individualizado en cada caso particular.