La transferencia embrionaria se puede llevar a cabo con un embrión obtenido en el mismo ciclo de la estimulación ovárica, en fresco, o de forma diferida criopreservando los embriones. La transferencia de los embriones vitrificados se puede realizar en diferentes tipos de ciclo: natural, modificado o sustituido y no hay diferencias en la tasa de embarazo ni de nacido vivo entre los distintos protocolos de preparación endometrial.
La progesterona es una hormona esencial para la transformación del endometrio en la segunda fase del ciclo, después de la ovulación, lo que permite la implantación del embrión. Se sabe que existe una relación positiva entre los niveles de progesterona el día de la transferencia embrionaria y la tasa de implantación, de modo que es necesario alcanzar un nivel mínimo de progesterona para favorecer las posibilidades de éxito. El umbral suele establecerse por encima de 9 - 10.6 ng/ml el día de la transferencia embrionaria. Los estudios señalan que un nivel por debajo de este umbral hace que las tasas de embarazo evolutivo y de nacido vivo disminuyan y que las tasas de aborto espontáneo aumenten.
Durante los tratamientos de reproducción asistida se pauta progesterona exógena con la finalidad de apoyar la fase lútea, siendo la vía de administración vaginal la más utilizada en España. Es recomendable medir los niveles de progesterona en sangre en torno al momento de la transferencia embrionaria, y cuando se detectan niveles insuficientes, es necesario hacer un rescate de la fase lútea aumentando la dosis e, idealmente, añadiendo una vía de administración diferente (oral, transrectal, subcutánea o intramuscular) puesto que la absorción de progesterona vaginal puede ser variable de unas mujeres a otras. De este modo se recuperan los niveles séricos de progesterona y se normalizan los resultados, igualándolos a los de aquellas mujeres con niveles adecuados desde el inicio. La medición de los niveles de progesterona el día de la transferencia embrionaria y la modificación de la pauta de tratamiento permite la individualización del soporte de la fase lútea a las necesidades de cada paciente.
