La respuesta en líneas generales es sí. Habitualmente, la enfermedad inflamatoria pélvica se presenta como complicación de una infección de transmisión sexual, afectando al aparato genital interno de la mujer. Generalmente, la EIP ocurre cuando las bacterias de transmisión sexual se propagan desde la vagina al útero, las trompas de Falopio o los ovarios. Existen muchos tipos de bacterias que pueden causar enfermedad inflamatoria pélvica, pero las infecciones por Neisseria Gonorrhoeae o Chlamydia son las más frecuentes. Por lo general, estas bacterias se contagian durante las relaciones sexuales sin método de barrera.
Los signos y síntomas de la enfermedad inflamatoria pélvica pueden ser muy leves o sutiles. De hecho, un porcentaje importante de las mujeres no llegan a experimentar nunca ningún tipo de signo o síntoma. Como resultado, es posible que la paciente no sea consciente de esta enfermedad hasta que tenga dificultades para conseguir el embarazo o desarrolle algún tipo de dolor pélvico crónico.
El problema relacionado con la fertilidad que puede derivarse de una enfermedad pélvica inflamatoria es fundamentalmente la afección de las trompas, que puede complicar el embarazo espontáneo o técnicas de reproducción asistida. Cuando una enfermedad pélvica inflamatoria afecta al buen funcionamiento de las trompas puede disminuir la tasa de embarazo y el riesgo de gestación ectópica puede verse aumentado.
Además, el que las trompas no funcionen correctamente muchas veces deriva en el acúmulo de líquido en las mismas, que se ha demostrado es perjudicial para la implantación y el correcto desarrollo embrionario.
Es por esto que ante unas trompas disfuncionantes en una paciente que busque embarazo nos tendríamos que plantear retirarlas previamente a realizar una transferencia embrionaria. Esta cirugía es la “salpingectomía bilateral”: se realiza normalmente por laparoscopia y es una intervención que requiere anestesia general. Suele ser sencilla y de duración corta y las complicaciones mayores derivadas son raras.