La mujer nace con su dotación ovular; mientras que el varón produce nuevos espermatozoides cada dos o tres meses. Esto marca una diferencia fundamental entre ambos. Para el varón, los espermatozoides son siempre de nueva creación, independiente de los problemas que pudiesen presentar.
La mujer nace un número de óvulos finito, lo que significa, que ya nace con todos sus óvulos y a medida que el tiempo va pasando, la dotación folicular va envejeciendo y se va agotando hasta llegar a la menopausia, momento que marca el final de los ciclos menstruales.
De ahí la importancia de valorar la reserva ovárica de cada paciente con tiempo, para dar una solución como la vitrificación de ovocitos en aquellas pacientes que quieran retrasar el momento de ser madres.
Desde la menarquía (primera menstruación) y después con el inicio de cada ciclo, de esa reserva ovular que tiene el ovario se activan entre 6 y 10 folículos en cada ovario de forma mensual, de los cuales solo uno llegará a madurar. Con la edad, el número de folículos que aporta cada ovario va disminuyendo hasta desaparecer por completo.
Una analítica en sangre para determinar la AMH (hormona antimülleriana) y un control ecográfico para estudiar el RFA (Recuento de Folículos Antrales) son los estudios que necesitamos para saber qué podemos esperar de la actividad de un ovario en una edad concreta. A mayor edad, menor RFA y menores valores de AMH. Una reserva ovárica normal oscila entre 1.2-3 ng/ml y más de 3 ng/ml es una reserva buena. Todos los niveles que estén por debajo de estas cifras nos indican que la reserva ovárica es baja.