El flujo vaginal fisiológico está formado por la combinación de células muertas de la vagina, bacterias naturales de la flora vaginal y secreción de moco producido por unas glándulas situadas en las paredes vaginales y de la vulva y junto al cuello del útero. El flujo normal generalmente tiene entre 1 y 4 ml de volumen diario y sus funciones son humedecer y lubricar la vagina y eliminar microorganismos y células muertas.
El flujo vaginal fisiológico es estimulado por los estrógenos y, por lo tanto, puede aumentar su volumen en períodos en los que hay una mayor estimulación hormonal, como en los casos de embarazo. Otro factor que aumenta el volumen de secreción en el embarazo es el aumento del suministro de la sangre a la región vaginal.
Este flujo vaginal normal suele ser blanco, lechoso o transparente, espeso y con un ligero olor, por tanto, un leve olor no debe preocupar ya que es un síntoma habitual en el embarazo. Sin embargo, un olor desagradable e intenso puede ser indicativo de una alteración de la microbiota vaginal por causa de una infección.
Los flujos que no tienen características de flujo fisiológico deben ser evaluados por un médico, ya que puede tratarse de una infección ginecológica. Entre los signos de un flujo patológico, podemos destacar: flujo amarillento o verdoso; olor fuerte, dolor, ardor o disuria.
Las infecciones ginecológicas durante el embarazo son importantes porque están asociadas con numerosas complicaciones. Las infecciones que causan vaginitis, son las principales causas de secreción patológica, entre ellas: vaginosis bacteriana, trichomonas, gonorrea, chlamydia y candidiasis. La vaginosis bacteriana es causada por el sobre crecimiento de bacterias anaeróbicas que normalmente habitan en la vagina. Se caracteriza por un flujo vaginal con olor a pescado y la irritación vaginal.