Los miomas son formaciones benignas de tejido miometrial, más o menos esféricas, que pueden estar situados en distintas partes del útero. Los miomas que se sitúan dentro de la cavidad uterina (submucosos) se extirparan antes de una FIV de forma trans-histeroscópica.
Si es un mioma que protruye hacia fuera del útero (subserosos) no comportan habitualmente problemas en el embarazo, por lo que no se tratan.
Por último, los miomas que se encuentran dentro de la pared del útero, se llaman miomas intramurales. Algunos de ellos pueden contactar o deformar la cavidad endometrial, lo que puede perjudicar la correcta implantación de los embriones y su posterior crecimiento.
Una vez evaluado si un mioma debe tratarse o no antes de una FIV, podemos dudar sobre el tipo de tratamiento.
La miomectomía (extracción quirúrgica del mismo) es la técnica más empleada, pero conlleva los riesgos propios de una cirugía (sangrado excesivo, infección, tejido cicatricial, histerectomía, ruptura uterina en el parto ...). Tendremos que esperar unos meses para hacer una transferencia embrionaria.
La embolización de la arteria uterina consiste en cerrar los vasos y, por lo tanto, el riego de los miomas. Se realiza insertando un catéter por la arteria femoral hasta las arterias uterinas guiado por rayos X. Una vez allí se expulsan micropartículas que impiden la irrigación del mioma, el cual se necrosa y disminuye de tamaño.
Esta técnica se usaba sobretodo en hemorragias postparto, mujeres perimenopáusicas, con sangrado abundante o de forma prequirúrgica. Pero ya hace años que la embolización arterial se usa para tratar miomas en pacientes que quieran conservar su útero.
Ésta también tiene sus riesgos (fracaso del tratamiento, sangrado, infección, tejido cicatricial, algunos casos de afectación ovárica o endometrial, insuficiencia úteroplacentaria...).
La decisión de qué forma de tratamiento llevar a cabo dependerá de cada situación en particular, del tamaño, número y posición del mioma, etc.