Sí, la dieta puede influir de forma significativa en la fertilidad femenina. La evidencia científica sugiere que ciertos patrones dietéticos y niveles adecuados de nutrientes están relacionados con una mejor función ovárica, una regulación hormonal más eficiente y mayores tasas de éxito reproductivo, tanto de forma natural como en contextos de reproducción asistida.
La fertilidad femenina es el resultado de una compleja interacción entre factores hormonales, metabólicos, inmunológicos y ambientales. Entre estos últimos, la nutrición ocupa un lugar destacado. Hoy en día, numerosos estudios científicos respaldan la idea de que los hábitos alimentarios influyen de manera significativa en la función ovárica, la calidad de los ovocitos, la implantación embrionaria y, en última instancia, en la posibilidad de concebir y mantener un embarazo.
Desde un punto de vista fisiológico, la dieta interviene en la regulación del eje hipotálamo-hipófisis ovario, que controla el ciclo menstrual y la ovulación. Los extremos nutricionales, como el bajo peso o la obesidad, pueden alterar este eje. La obesidad, en particular, está asociada a inflamación crónica, resistencia a la insulina y disfunción hormonal, lo que puede afectar la ovulación y la calidad ovocitaria. Por el contrario, un déficit calórico severo, como el que se observa en mujeres con trastornos de la conducta alimentaria, puede llevar a amenorrea hipotalámica funcional, una causa frecuente de infertilidad.
La composición de la dieta también juega un papel relevante. Una alimentación basada en carbohidratos simples y de alto índice glucémico puede favorecer desequilibrios en la insulina y los andrógenos, dificultando la ovulación. En cambio, una dieta rica en carbohidratos complejos y fibra mejora la sensibilidad a la insulina y favorece ciclos menstruales más regulares. Del mismo modo, se ha observado que un mayor consumo de proteínas vegetales frente a animales, así como un
equilibrio adecuado en el consumo de grasas (priorizando las insaturadas y reduciendo las trans), puede mejorar el entorno metabólico y hormonal.
Los micronutrientes también son fundamentales. Vitaminas como el ácido fólico, la D, la B12, así como minerales como el hierro, el zinc, el selenio y el yodo, desempeñan un papel esencial en la ovulación, la implantación y la calidad embrionaria. La deficiencia de estos elementos, incluso cuando no es clínicamente evidente, puede comprometer silenciosamente la fertilidad. Asimismo, el estrés oxidativo (procesos que dañan el material genético celular, incluidos los ovocitos) puede reducirse mediante una dieta rica en antioxidantes naturales presentes en frutas, verduras, aceite de oliva virgen extra, frutos secos y otros alimentos de origen vegetal.

Más allá de los nutrientes aislados, lo que parece especialmente relevante es el patrón dietético global. En este sentido, la dieta mediterránea ha sido reconocida como un modelo alimentario asociado a mejores tasas de fertilidad. Esta dieta, caracterizada por una alta ingesta de vegetales, legumbres, frutas, cereales integrales, pescado y aceite de oliva, y un consumo moderado de productos animales, se relaciona con una menor inflamación sistémica, mejor perfil hormonal y mayores tasas de embarazo, tanto de forma natural como en tratamientos de reproducción asistida como la fecundación in vitro.
En contextos clínicos específicos, como el síndrome de ovario poliquístico (SOP), la intervención dietética es la primera línea de tratamiento. Mejorar la sensibilidad a la insulina y reducir el peso corporal a través de la alimentación ha demostrado aumentar la ovulación espontánea y mejorar la respuesta a los tratamientos de fertilidad. En el caso de la fecundación in vitro, diversos estudios han mostrado que mujeres que siguen patrones dietéticos saludables tienen mayores tasas de fertilización, implantación y nacimientos a término.
Además, los hábitos alimentarios saludables suelen acompañarse de comportamientos beneficiosos para la fertilidad, como un buen descanso nocturno, menor consumo de alcohol y tabaco, y una actitud más proactiva hacia el autocuidado. Estos factores, aunque indirectos, también influyen en la salud reproductiva.
La dieta no debe considerarse un elemento aislado, pero sí es una herramienta poderosa dentro del enfoque integral de la fertilidad femenina. Adoptar un patrón alimentario equilibrado, basado en evidencia científica, puede mejorar la función ovárica, optimizar la calidad ovocitaria y favorecer un entorno uterino más receptivo. La nutrición, por tanto, no solo
alimenta el cuerpo, sino que también puede ser una aliada silenciosa pero decisiva en el camino hacia la maternidad.
