El sangrado intermenstrual o, como lo conocemos en medicina, la hemorragia uterina anómala, se caracteriza por la presencia de sangrado uterino que no corresponde a la menstruación. Estos sangrados pueden deberse a una patología como mencionaremos más adelante, pero también puede deberse a un efecto fisiológico (es decir, normal) de la ovulación.
El sangrado ovulatorio se produce por el pico de LH, la bajada de estrógenos y la ausencia de progesterona para mantener el endometrio. Suele ser un sangrado escaso (menor que la regla) y de pocos días de duración. Este tipo de sangrados no comportan generalmente ningún problema para la fertilidad.
Las patologías que pueden causar sangrados uterinos anómalos van desde patologías benignas, como podrían ser los miomas y pólipos endometriales, hasta patologías más problemáticas como sangrados provenientes del cuello uterino y lesiones precancerosas y cancerosas del endometrio.
Los miomas pueden tener tamaños y localizaciones muy diversas. Los miomas que afectan la cavidad endometrial pueden comportar sangrados abundantes que pueden provocar anemia y también pueden afectar a la implantación embrionaria. Los pólipos endometriales de más de 1 cm de tamaño también podrían dificultar la implantación.
Las lesiones del cuello uterino, mayormente provocadas por el virus del papiloma humano, y las alteraciones del endometrio pueden ser potencialmente graves si no se detectan a tiempo.
Depende de la causa del sangrado intermenstrual, éste sí que podría afectar a la fertilidad. Es por ello que es importante, que ante un sangrado anómalo y, sobre todo, si es de cantidad abundante o si es durante el coito, se acuda al ginecólogo para realizar una exploración física y, en ocasiones, también una ecografía transvaginal.