La Inseminación Artificial (IA) se define como la colocación de una muestra seminal previamente procesada en el laboratorio en el tracto reproductor femenino, con la finalidad de conseguir una gestación. Según el origen de la muestra seminal podemos diferenciar la inseminación artificial conyugal u homóloga (IAH) o inseminación artificial con semen de donante (IAD).
Las principales ventajas que conlleva esta técnica son su reducido coste y fácil aplicación, de modo que puede realizarse en cualquier consulta ginecológica.
En el momento de llevar a cabo una IA, deberemos tener en cuenta las siguientes indicaciones:
- Permeabilidad tubárica.
- Edad de la mujer inferior a 38 años.
- No haber realizado más de 4 ciclos previos.
- Historial de menos de 3 años de infertilidad.
- Espermatozoides móviles progresivos post-capacitación mayor de 2 millones.
- Ausencia de teratozoospermias severas.
Atendiendo a estas indicaciones, un semen criptozoospérmico no es idóneo para realizar un tratamiento de IA.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la criptozoospermia como ausencia de espermatozoides en el eyaculado en su análisis inicial y presencia de espermatozoides tras centrifugación.
Teniendo en cuenta esta definición desarrollada por la OMS, no se recomendará hacer una IAH a una mujer cuya pareja haya sido diagnosticada con muestras criptozoospérmicas, ya que no podemos cumplir el criterio de tener más de 2 millones de espermatozoides móviles después de realizar la capacitación espermática, de modo que la probabilidad de éxito de la técnica se ve muy comprometida.
En estos casos, la técnica más indicada en el laboratorio será la inyección intracitoplasmática de espermatozoides, también conocida como ICSI, mediante la cual el embriólogo/a selecciona un espermatozoide móvil con morfología normal (si es posible) y lo microinyecta en el ovocito.
