La respuesta es un rotundo no. Los embriones se clasifican en diferentes calidades en función de su morfología, sin embargo, aunque un embrión sea de la máxima calidad morfológica, no podemos asegurar que sea cromosómicamente normal.
Sí es cierto que existe una cierta correlación entre calidad embrionaria y euploidía. Esta asociación es más fuerte cuando la calidad se evalúa en estadio de blastocisto, ya que durante los primeros días, el desarrollo embrionario depende de la energía del propio ovocito, mientras que a partir del día 2-3 de desarrollo, se activa el genoma embrionario y el desarrollo del embrión depende en gran parte de su propio material genético.
Dependiendo del tipo de aneuploidía, existe una posibilidad mayor o menor de que el embrión presente una buena calidad morfológica. Cuando la alteración es una monosomía (ausencia de un cromosoma), es improbable que el embrión pueda llegar a ser de buena calidad. Sin embargo, si la alteración es una trisomía, podría presentar máxima calidad. Este fenómeno tiene explicación, ya que las monosomías son incompatibles con la vida, mientras que las trisomías pueden dar lugar a recién nacidos vivos (como por ejemplo el síndrome de Down).
También se ha observado que a mayor número de cromosomas alterados, peor es la calidad, tanto de la masa celular interna como del trofoectodermo.
En definitiva, sí que se ha observado que los embriones de buena calidad tienen una menor probabilidad de tener aneuploidías. Sin embargo, esto no es absolutamente fiable, ya que existe una proporción significativa de embriones aneuploides que son capaces de formar blastocistos de buena calidad. De la misma forma, algunos embriones euploides presentarán mala calidad morfológica. Por ello a día de hoy, el diagnóstico genético preimplantacional (DGP) es el único método para detectar las aneuploidías embrionarias.
