En un ciclo menstrual normal la GnRH (hormona liberadora de gonadotrofina) se libera de manera pausada y pulsátil, regulando las hormonas de la pituitaria: la FSH y la LH. La FSH es la encargada de hacer crecer los folículos que albergan los óvulos en el ovario, mientras que la LH es la responsable del momento de la ovulación.
La LH y la FSH tienen un efecto regulador sobre el ovario y, por lo tanto, sobre la liberación de las hormonas sexuales: el estrógeno y la progesterona. A su vez, las hormonas sexuales tienen una retroalimentación negativa sobre la GnRH, cerrando así el ciclo regulatorio.
Todas las hormonas deben trabajar dentro de un rango de concentración donde son funcionales, si sus concentraciones se encuentran tanto por encima como por debajo de éste la fertilidad puede verse aceptada. Cuando las hormonas aumentan su concentración, entra en acción la retroalimentación negativa para que vuelvan a estar en sus valores correspondientes.
En una mujer con elevados niveles de estrés, se ha visto concentraciones elevadas de cortisol en sangre (la hormona del estrés). Las elevadas concentraciones de ésta interactúan alterando la frecuencia de las pulsaciones de GnRH. El efecto directo del cortisol sobre la GnRH, que provoca un aumento de su segregación, produce la alteración del resto de hormonas del eje hipotálamo-hipófisis-ovario y produciendo problemas reproductivos.
La sobreexposición a la GnRH puede desencadenar procesos regulatorios de retroalimentación negativa para bajarla, sin embargo, en una mujer con este mecanismo alterado por el cortisol, puede producir un descenso abrupto de la GnRH. Esta caída puede produce que aquellas hormonas sobreestimuladas, bajen a niveles por debajo del rango que se considera normal, produciendo alteraciones en la menstruación.