¿Cómo se forman las extremidades del embrión?
Con objeto de entender la formación de los diferentes órganos del embrión se han llevado a cabo numerosos estudios pero continúa siendo uno de los grandes retos de la Biología en la actualidad. Dos de los estudios más recientes han conseguido dilucidar el procedimiento de creación de las extremidades de los vertebrados y esta información será clave para llegar a entender la totalidad de los procesos en el embrión. Estos dos estudios, además, han contado con participación española y han sido publicados en la revista Science.
Hasta hace relativamente poco tiempo se suponía que las células responsables de formar las diferentes extremidades de los embriones contenían información de modo autónomo y sobre dicha información, se formarían desde las partes más próximas hasta las más distales, sin influencia de señales externas. Estudios más recientes ponían ya en duda la sensibilidad de estas células a señales ajenas y son, precisamente, estos dos estudios citados los que ponen de manifiesto cómo la respuesta de las células no es, en absoluto, autónoma sino el resultado del balance entre dos señales antagónicas.
En concreto, el estudio realizado en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) y el Instituto de Biomedicina y Biotecnología de Cantabria (IBBTEC) ha conseguido poner de manifiesto la plasticidad de las células y su sensibilidad a determinadas señales. Para ello, se ha llevado a cabo una microcirugía en el embrión y se han modificado farmacológicamente las señales emitidas.
Además de confirmar que la información no la poseen estas células precursoras autónomamente, se ponen de manifiesto dos tipos de señales: Vitamina A en el tronco del embrión (esta sería la señal proximal) y FGF en la punta de la extremidad en formación (la que conoceríamos como señal distal). El balance entre estas dos señales antagónicas es lo que la célula interpreta y le conduce a la formación de uno u otro órgano.
Estos estudios, por lo tanto, vienen a poner en duda el modelo que se había mantenido hasta ahora, el conocido como ZP (de “zona progresiva”), propuesto hace 30 años por Lewis Wolpert de la University Collage de Londres. Este modelo explicaba cómo, a partir de un brote de células indiferenciadas que se multiplicaban y transformaban, se formaban las diferentes partes de las extremidades.
Tanto el trabajo del grupo de Tabin en Harward que pretendía analizar con mayor precisión el tamaño de la conocida ZP, como el trabajo de Gail Martin en San Francisco sobre la influencia del factor de crecimiento de fibroblastos (FGF), encuentran incoherencias con respecto al antiguo modelo que, no sólo cuestionan la formación de las extremidades del embrión, sino que aplican al desarrollo embrionario en general.
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